Cuando el narcotráfico llegó a la Fórmula 1

De vez en cuando, Javier Rubio desempolva su cajón de las historias y nos trae auténticas maravillas. Hoy ha sido uno de esos días. Nos ponemos en situación. Temporada de 1981. Por aquella época los asientos en la Fórmula 1 no eran cosa de talento, al menos no todos. Algo que tampoco nos coge por sorpresa.

Varias eran la escuderías que tenían que vender sus asientos al mejor postor, quizás algo que nos puede llegar a recordar esta pretemporada que estamos viviendo. Theodore, Osella, Arrows, March, ATS o Ensign eran algunas de ellas. Aunque hoy la protagonista es Ensign. La escudería dirigida por Morris Nunn contaba con el chileno Eliseo Salazar y el suizo Marc Surer como pilotos. Pero debido a la falta de liquidez no tuvo más remedio que "vender" el volante de Surer.

Ese postor no fue otro que Ricardo Londoño, un piloto colombiano que contaba con escasa experiencia en competición. A pesar de que no contaba con la necesaria Superlicencia, el colombiano se favoreció de un pequeño golpe de suerte. La prueba que iba a disputar era el Gran Premio de Brasil que visitaba por primera vez el trazado de Jacarepaguá por lo que la FIA dispuso de una sesión extra de entrenamientos que a su vez servirían para medir la valía del nuevo piloto.

A pesar que durante los entrenamientos no los estaba haciendo tan mal como se esperaba, incluso superó a pilotos con más experiencia como Piquet, Jabouille o Giacomelli, Londoño vio como una "novatada" en forma de brake test de Keke Rosberg le robaba su oportunidad. El finés realizaba una frenada fuerte delante de Londoño que acababa con un incidente entre ambos. Esto hizo que le negaran la Superlicencia necesaria y que Surer volviera al volante del Ensign.

Pero más allá de lo ocurrido en pista, lo más curioso de la historia es de donde procedía el dinero de Ricardo Londoño. El patrocinador principal que aportaba era Colombia, sin más. Una publicidad algo enigmática que hizo investigar a Bernie Ecclestone, con ya tenía la mosca tras la oreja . No tuvo que dar muchas vueltas para descubrir que el dinero venía de un grupo empresarial con sede en Medellín y con el narcotraficante Pablo Escobar como cabeza visible.

Años después, el propio Morris Nunn reconocería en un reportaje sobre el narcotráfico a algunos de las personas con las que se reunió para cerrar el contrato de Ricardo Londoño. Personas que vivían en grandes mansiones con aeropuerto privado y abundante seguridad privada armada. Para finalizar la historia, el pasado mes de julio, Ricardo Londoño murió tras recibir doce balazos. Un asesinato que la policía calificó como ajuste de cuentas ordenado por el capo colombiano Don Mario.

Vía | El Confidencial (Gracias BitterV10)

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