Ayrton Senna en tres momentos; fe, compañerismo y generosidad

Sobre la carrera deportiva de Ayrton Senna se ha escrito prácticamente todo o, por lo menos, todo lo que se conoce. Sus éxitos, los riesgos que tomó y sobre todo, lo que sucedió ese fatídico día en Imola en 1994. También sobre el Senna de fuera de las pistas se ha escrito mucho. Por eso el "desafío" de hoy es distinto. Decimos desafío porque es una palabra que a Senna le habría gustado. Siempre yendo más allá, siempre buscando algo nuevo. Lo que buscaremos hoy es definir a Ayrton Senna en tres momentos de su vida que nos muestran su compañerismo, su fe y su generosidad.

Podríamos hacer que cada uno de estos momentos fuera un artículo por sí solo y no tendríamos información de más pero además del desafío que supone cuadrarlo todo, también hay algo importante. La brevedad. Ayrton Senna se caracterizaba por ser breve en sus vueltas al volante de un Fórmula 1. ¿Que a qué me refiero? Está claro. En una vuelta de calificación, no había otro piloto más breve que él; nadie que fuera capaz de terminar el giro en menor tiempo. Por lo tanto, que sea nuestra brevedad de hoy un homenaje a la velocidad que siempre caracterizó al astro brasileño.

Fe - Gran Premio de Mónaco 1988

Si hay un momento de su carrera deportiva que demuestre la fe de Ayrton Senna en Diós, quiero verlo. Es posible que haya otros momentos enormemente poderosos. Cruzar la línea de meta del Gran Premio de Japón de 1988 y declarar que tuvo una visión de Diós es uno, a pesar de lo que sus detractores pudieran decir (que estaba loco fue de lo menos grave que dirían). El Gran Premio de Mónaco de 1988 contiene quizás la mayor demostración de poderío de pilotaje del brasileño pero también el error más clamoroso de su carrera deportiva. Pero la conclusión siempre tuvo la fe de por medio.

En la sesión clasificatoria de la carrera del principado, Senna iba marcando vueltas cada vez mejores hasta que en un momento dado, el tiempo llegó a estar dos segundos por delante de su compañero de equipo (que acabaría la sesión a un segundo y cuatro décimas). Su compañero era el mejor piloto del momento, el bicampeón francés Alain Prost. El propio Prost le sacaría un segundo y dos décimas más al tercer clasificado. Senna era por lo tanto dos segundos y seis décimas más veloz que el tercero, en Mónaco. Había trascendido los límites de lo que los demás creían posible.

Ese día él declaró que había sido capaz de verse desde fuera del coche, que había pilotado justo en el límite de lo que se podía hacer. Había tenido una visión divina. Diós le había llevado a esa pole position. En carrera, las cosas serían distintas... aunque no empezaron así, precisamente. El piloto del McLaren número 12 empezó a tirar desde la salida y a doce vueltas del final, su ventaja era de unos incomprensibles 55 segundos. Prácticamente un minuto entero conseguido por manos. La diferencia por vuelta era de unas ocho décimas por vuelta sobre el segundo clasificado; Alain Prost con un coche idéntico.

Pero entonces, desconcentrado por un equipo que le pidió que aflojara el rimo, Senna golpeó el muro de la curva de entrada al túnel. Su carrera había terminado y su compañero y rival recibía un regalo inesperado. Tres puntos más para él y nueve menos para Senna. Este último desapareció, furioso consigo mismo por lo sucedido, y no volvió a aparecer hasta horas después de la carrera. Sus palabras, a pesar de la rabia por una victoria perdida, demostraban algo más. Dijo que había aprendido de lo sucedido pero lo que quizás más sorprendió fue su afirmación de que se había acercado más a Diós gracias a esta "lección". En medio del mundo de la Fórmula 1, en el más frívolo de los lugares donde se disputan carreras, Senna se acercó a Diós de la forma más clara que hayamos visto los demás, creyentes o no creyentes, porque ese fin de semana hizo lo que nadie creía posible.

Compañerismo - Gran Premio de Bélgica 1992

Un tricampeón en activo y el piloto con más títulos en la Fórmula 1 del momento puesto que Alain Prost estaba en un año sabático. Esta era la situación de Ayrton Senna en 1992. Pero también era la situación de un hombre que a pesar del talento, a pesar de sus capacidades y a pesar de su fe, no era capaz de frenar el avance de un equipo tecnológicamente superior como era Williams. No ayudaba para nada que el primer piloto de Williams fuera Nigel Mansell, con un talento puro que no tenía demasiado que envidiar al del brasileño. En Hungría, Mansell se proclamó campeón del mundo y la siguiente carrera tendría lugar en Bélgica.

Spa-Francorchamps. Solo el nombre evoca un montón de sensaciones. De tristeza, por los accidentes en los que perdieron la vida Chris Bristow y Alan Stacey en el otro fin de semana fatídico de la Fórmula 1, en 1960. De desafío, por la popularidad de ambos trazados (antiguo y nuevo) entre los pilotos y de emoción, por las carreras que nos dieron. En 1992, Spa estuvo a punto de llevarse a otro piloto. Sin malicia, claro, porque Spa-Francorchamps ama a quienes se atreven con él, pero es caprichoso y no siempre controla todo lo que sucede en él... y así, Érik Comas sufrió un accidente en los entrenamientos libres, en Blanchimont.

El Ligier-Renault del francés se salía de pista en el punto más rápido del trazado belga y quedaba parado en medio de la trazada. Ayrton Senna llegó segundos después y no se lo pensó dos veces. Tenía que parar. Debía ayudar a quien hubiera sufrido el accidente. Las imágenes del piloto de McLaren salir de su coche y correr hacia el Ligier accidentado aún son recordadas por quienes las vieron en directo. Senna se dio cuenta de que el motor seguía revolucionado y lo paró para evitar que la fuga de gasolina que se estaba produciendo terminara en explosión. Érik Comas había quedado inconsciente y su pie seguía pisando el acelerador.

Además, Senna mantuvo la cabeza del francés en una posición estable hasta que los servicios médicos llegaron al lugar y se hicieron cargo de la situación. Es cierto que se trataba de una sesión de entrenamientos libres y que el campeonato estaba perdido pero para muchos, esa demostración de compañerismo redimió a Senna tras lo visto con sus duelos con Alain Prost. Puede que él estuviera dispuesto a arriesgarlo todo para ganar. Pero si podía ayudar a un amigo, a un compañero de trabajo (porque así es como él veía a los demás pilotos, además de como rivales), haría lo que estuviera en su mano. En 1994, después del accidente de Senna, Comas salió de boxes y pasó por el lado del Williams accidentado, donde los médicos intentaban reanimar a Senna... el impacto fue demasiado fuerte para el entonces piloto de Larrousse, que se retiró voluntariamente del gran premio.

Generosidad - Ayuda a los menos afortunados

La generosidad en el caso de deportistas de élite y gente conocida o famosa en general es difícil de tener en cuenta. ¿Hasta qué punto es ser generoso el dar mucho dinero cuanto tienes muchísimo? ¿No es eso una forma de "comprar" publicidad positiva? Además, alguien realmente sale beneficiado de sus acciones así que nadie sale perjudicado... Es quizás la ventaja de esta "falsa generosidad" que vemos en muchos casos. En el de Ayrton Senna, es un poco distinto. Si bien su faceta genersa era conocida y se sabía que ayudaba a los menos afortunados en Brasil, el alcance de sus acciones no se conoció hasta después de su muerte.

Con una gran fortuna en sus manos, el brasileño quiso más que nunca hacer valer su condición de personalidad de su país. De la misma forma que él consideraba que estar arriba de la Fórmula 1 también implicaba ciertas responsabilidades de seguridad y de "cuidar de los demás", creía que su situación económica implicaba la responsabilidad de ayudar en lo que pudiera. Tampoco hay que convertirle en un santo ni en un mártir, pero Senna donó mucho dinero a orfanatos brasileños para que los niños pudieran vivir en las condiciones adecuadas y sobre todo que pudieran ser felices.

Senna apostó por el futuro de su país, en lugar de donar dinero a quien podría utilizarlo de forma egoista. En el momento de su desaparición, los fundamentos de lo que sería el Instituto Ayrton Senna ya habían sido construidos. Fue su legado fuera de las carreras pero un legado en el que no solo se utilizaba su nombre. Era exactamente lo que el piloto tenía en mente. Una fundación que ayudara a quienes no tenían dinero ni posibilidades. Lo que él había estado haciendo casi en secreto durante los últimos años, había que hacerlo de forma abierta para que otros pudieran sumarse.

Cuantos más, mejor. Mejores condiciones para los niños y mejor calidad de vida para ellos. Este legado sobrevive aún hasta hoy en día con salud. Es posible que sea esta la mayor victoria de Senna, y aunque es difícil situar esta generosidad en un "momento" como sí hemos hecho con su "fe" y su "compañerismo" (que podrían detectarse en otros momentos también), lo que está claro es que es un hecho suficientemente definitorio de su persona como para que sea importante mencionarlo. Ayrton Senna era tan implacable y agresivo en pista como calmado y reflexivo fuera de ella. Un contraste interesante que nos permite ver un poco más cómo era él.

Más allá de ser un piloto de leyenda, de ser el hombre de los sábados de la Fórmula 1, de ser un tricampeón más que merecido y de ser un ídolo de tantos y motivo de sueños y alegrías de casi todos los brasileños, Ayrton Senna era simplemente Ayrton. Un muchacho, luego hombre, que disfrutaba con su trabajo y que quería lo mejor para los suyos y para los que no eran suyos. Amigo de sus amigos y siempre agradable con los aficionados. Un hombre afable que sabía que para ganar, tenía que encerrar esta parte de su personalidad en una caja y dejarla en los boxes en el momento de salir. Ayrton dijo en Imola '94 por radio en una conexión con televisión: "We all miss you, Alain" (todos te echamos de menos, Alain).

Pero la verdad es que a quien echamos de menos es a tí, Ayrton. No al piloto, sino a la persona.

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