Citroën C-Zero: Primera toma de contacto

Hace escasos días, se celebró en la capital castellano-leonense el Salón del vehículo y combustible alternativos de Valladolid. En esta cita pudimos probar por primera vez durante un corto periodo de tiempo qué se sentía al conducir un eléctrico “de verdad” como el Citroën C-Zero.

Primero de todo, antes de dirigirme a la zona de pruebas, fuí al stand de Citroën para conocer en persona el modelo. Solo lo había visto en fotos, nunca en directo. Nada más verlo, me da la impresión que estamos ante de todo un coche. Tenemos que empezar a desterrar esa idea de que coche eléctrico igual a caja de cerillas de plástico que parece que en cualquier bache se vaya a desmoronar Tink city o G-Wiz.

Tiene una apariencia dura y sólida. Viéndolo exteriormente es como si se tratase de un coche normal, con su equipamiento de serie, sus comodidades, su espacio interior, su aplomo. Si no fuese por las inísgnias de “Full eléctric” que copan varias partes de su carrocería, nada nos haría pensar que estamos ante un modelo eléctrico.


Cuando abres la puerta y te asomas al interior ves que todo es muy chic, muy ornamentado, muy elegante, en resumen: muy francés. Es un coche en el que te gusta montarte y disfrutas viendo cada pequeño detalle y acabado, nada que ver con la clásica monotonía aburrida de los coches japoneses.

La instrumentación es propia de un coche eléctrico. Tenemos un potenciómetro de aguja analógico que nos indica en cada momento la electricidad que estamos consumiendo o regenerando. Dentro de este reloj, tenemos un display digital que nos indica la velocidad a la que estamos circulando.

A parte de eso solo tenemos otros dos displays. En uno, se representa un medidor digital del nivel de la carga de las baterías y en el otro, opuestamente colocado, una estimación de los kilómetros que podemos recorrer con la carga que nos queda. A mi personalmente me parece que se han excedido con tanta obsesión por la carga y la autonomía de las baterías.

Parece que lo más importante que tiene que decirte el coche es que en 100 kilómetros te vas a quedar tirado. Personalmente siempre me han gustado los cuadros que te trasmiten mucha información con numerosos relojes y pantallas, pero aquí no se ha incluido nada de eso. Al menos, el Nissan Leaf cuenta con un indicador de temperatura de las baterías, algo es algo.

Como sabemos, este coche es básicamente idéntico a sus hermanos gemelos que son el Peugeot Ion y el Mitsubishi I-Miev. Un alegre comercial de la marca me explica que Tiene un motor de 67 caballos con 180 Nm de par motor montado atrás y que las baterías de ion litio van en el centro, debajo de los ocupantes. También me comenta que hace el 0-100 en unos lamentables aceptables 15,9 segundos y que alcanza los 130 km/h.

Eso en cuanto a la mecánica. De autonomía, tema siempre comprometido cuando hablamos de vehículos eléctricos, cuenta con unas baterías de 16 kWh con las que se pueden recorrer unos 150 Kilómetros de media, muy en la linea de sus competidores directos.

Y habiendo contado ya mis impresiones tras ver el modelo en persona, sentarme en el delande, detrás y cacharrear en general un poco con todos los botones y partes del coche, me dirijo a la zona de pruebas que es un circuito cerrado de apenas un kilómetro largo. Hay una cola de espanto, así que me armo de valor y a esperar.

¿Y qué se siente al conducirlo?

Bueno, pues tras una buena cola de media hora de pie esperando para poder catar el ansiado modelo, al final viene un comercial de Citroën trajeado y me dice “ven conmigo”. Le sigo y nos acercamos al coche. Ahí estaba preparado para que finalmente pudiese conducir el primer 100% eléctrico de mi vida.

Amablemente se me invita a pasar a la posición de pilotaje. Me siento, me coloco a mi gusto, luego los espejos… es todo bastante sencillo de personalizar al gusto del conductor. El comercial me da la llave. Primer detalle que no me gusta: ¡la llave es una llave! osea una llave de verdad. En pleno siglo XXI un coche eléctrico y no tiene “botoncito de encendido”.

Anonadado me hayo sin entrada y arranque sin llave, es como si hubiésemos vuelto a la prehistoria. Cojo la llave, la introduzco en… si, en el contacto. La giro una posición, estamos en modo accesory, la giro otra posición, para colocarla en modo “ON” y el amable comercial me dice: “ahora la tienes que girar una posición más durante un par de segundos” ¡como si de un coche convencional con su motor de arranque se tratase!

Bueno, después de este guiño al pasado veo que ya se ha encendido la lucecita de READY en el salpicadero: el motor “está en marcha”. Ahora, como si de cualquier automático se tratase, piso freno y engrano la directa “D”. Vuelvo a sentir esa sensación mágica que tantas veces he experimentado con un Toyota Prius.

Ves como levantando el pie del freno el coche echa a andar como por arte de magia sin emitir ninguna clase de sonido salvo un casi imperceptible zumbido, el típico de los motores eléctricos. Si, como he dicho, hasta ese punto es igualito que conducir un híbrido. Pero entonces llegan las diferencias.

En los híbridos como el Prius, la “fiesta eléctrica” solo te dura hasta dos kilómetros y a un máximo de 50 kilómetros por hora. Eso si, sin darte muchas concesiones con el acelerador. Aquí disponía de 67 caballos eléctricos dispuestos a salir en tropel del establo con tan solo hundir mi pie derecho.

Total, que tras trazar las dos primeras curvas del circuito cerrado enfilo el comienzo de la recta. El comercial amablemente me invita: “písale, písale” me dice, y yo no me lo pienso. Llevo el pie a tabla y de repente la furia de los 67 equinos se desata produciendo una aceleración que me pega al asiento.

Hago un paréntesis para decir que habitualmente conduzco un coche de gasolina de unos 60 caballos que pesa aproximadamente la mitad que este Citroën C-Zero y para nada tiene el nervio que produce este coche en los primeros metros desde parado. Se nota que si en el C-Zero pisas a fondo tienes toda la potencia, cosa que no ocurre normalmente en otros modelos. Los caballos eléctricos cunden más que los caballos de un motor de explosión.

Después de la recta, una buena frenada regenerativa para mitigar en parte los excesos cometidos con la carga y volver a guardar algunos electrones en las las baterías para el futuro. Tras esto una zona de eslaloms muy cerrados donde advierto que la dirección es muy asistida y eléctrica, con lo cual “no sientes nada”. Tampoco estamos hablando de un deportivo así que este detalle es de lo que menos me importa.

Al final, tras otros pocos cientos de metros llego al aparcamiento con una sonrisa en la cara sintiendo haber experimentado algo diferente. Tras este pequeño recorrido me ha quedado una idea muy clara en la cabeza: Los eléctricos son otro rollo y las sensaciones que te producen al conducirlos para nada tienen que ver con las de los coches convencionales.

Unos dirán que son mejores, otros que son peores. Yo simplemente digo que son distintas. La verdad es que para ciertas cosas no cambiaría mi coche manual de gasolina ni por asomo. Pero personalmente no me importaría hacer todos mis recorridos de rutina diarios en un coche eléctrico como el Citroën C-Zero.

Esa calma que te trasmite, esa suavidad, ese confort… son coches muy cómodos y sencillos de manejar, no te tienes que pelear para conducirlos, simplemente son máquinas que se dejan llevar amablemente haciéndote el viaje muy agradable. Yo desde luego tengo decidido que si algún día cae algo de dinero en mis manos, debo de hacerme con un coche de estos solo por la suavidad, la alegría y el placer que te da conducirlos, es… una sesión de relax, como conducir en una nube.

¿Y vosotros?, ¿habéis tenido alguna experiencia de conducción con coches eléctricos? ¿Qué impresiones podéis contar acerca de ella?

Fotografías | Rubén Muñoz Lapeña
En Motorpasión Futuro | Mitsubishi i-MiEV, Citroën C-Zero y Peugeot iOn

También te puede gustar

Portada de Motorpasión

Ver todos los comentarios en https://www.motorpasion.com

VER 0 Comentario