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Curiosidades del mundo del motor: la dirección asistida


Nosotros asumimos la dirección asistida como algo por defecto en nuestros coches. Es un sistema que, muchísimos de nosotros, hemos experimentado desde que empezamos a conducir. Como tal sistema, estoy muy seguro de que en nuestras mentes podemos pensar que la vida sin dirección asistida no era para tanto, pues los coches eran más pequeños y ligeros (¿seguro?) y se iba más despacio (¿y eso es una ventaja sin dirección asistida?).

Aunque de forma comercial, para el gran público, no estaría disponible hasta mediados del pasado siglo XX, la dirección asistida es un concepto que lleva asociado al mundo del automóvil (y para ser más precisos, al mundo de los vehículos a motor, así en general) desde el siglo XIX. Sí, desde esa época tan remota en la que los coches no sabían si su futuro era el vapor, la combustión interna o la electricidad. Una época que, desde luego, sería increíble para cualquier ingeniero visionario.

¿Cómo surge la idea de la dirección asistida?


La idea en sí surge como tantas otras: por la necesidad de maniobrar con precisión y sin lastimarse la espalda, por ejemplo. Con el aumento de peso de los vehículos y la introducción de neumáticos más anchos, las maniobras eran penosamente lentas y requerían de gran esfuerzo. Pensad en un camión de carga. Surgió así la idea de algún tipo de asistencia, ya que el propio diseño de la dirección no dejaba mucho espacio para conseguir que fuese un sistema ligero de utilizar.

La dirección directa, por ejemplo la dirección de un kart, es la dirección más sencilla que existe, pero es la más “dura” de mover puesto que no hay desmultiplicación de la dirección. Es decir, el ángulo que giremos el volante es directamente proporcional al ángulo que giran las ruedas. Directamente proporcional, o igual. La desmultiplicación de la dirección es la relación entre el giro del volante y el ángulo de cambio de dirección de las ruedas. Cuanto más desmulitplicada esté la dirección, menor esfuerzo debemos ejercer sobre el volante para conseguir el mismo grado de giro de las eruedas.

Sin embargo, cuanto más desmultiplicada esté, más cantidad de giro debemos imprimir al volante para conseguir un pequeño movimiento de las ruedas. Es por esto que las direcciones excesivamente desmultiplicadas tienen el gran inconveniente de que no transmiten sensaciones importantes que vienen desde la dirección y que, normalmente, interesan al conductor. Precisamente por esto es interesante la dirección asistida. Si solo nos dedicásemos a aumentar la desmultiplicación de la dirección para hacer los giros sin esfuerzo, correríamos el peligro de tener que girar cinco veces el volante para trazar una curva de radio mediano.

El funcionamiento de la dirección asistida y su uso corriente

Sin entrar en grandes profundidades, la dirección asistida dispone de un sistema que puede ser hidráulico o eléctrico, de forma general, que ante la fuerza que ejerzamos sobre el volante añade la suya propia, de forma que el giro se realiza de forma suave. Nosotros giramos el volante, el sistema lo detecta y “empuja” con nosotros. Ese es el principio básico, y no vamos a entrar en honduras acerca de sistemas concretos o funcionamientos internos.

Mecanismo de asistencia electrohidráulico

Lo interesante de la dirección asistida es lo complejo del problema que se plantea con ella. Si la dirección asistida nos permite girar el volante con un solo dedo, ¿es eso siempre seguro? Para velocidades urbanas está muy bien, es el sistema perfecto. Nosotros circulamos, maniobramos, aparcamos, salimos del parking,… y no nos supone ningún esfuerzo físico.

Si circulamos a grandes velocidades (siempre legales), estamos en el mismo caso: una pequeña fuerza consigue mover el volante con facilidad. Si reaccionamos instintivamente ante un “bandazo” que nos da el viento al chocar contra el coche, podemos desestabilizar nuestra marcha también muy fácilmente. Para evitar esto se pensaron sistemas complementarios que “endurecen” la dirección a medida que aumenta la velocidad. Esto se consigue fácilmente en los sistemas hidráulicos simplemente dando más asistencia cuando la velocidad es baja, y menos cuando es alta, de forma que sea difícil girar el volante más allá de unos pocos grados desde la posición de reposo.

En 1990 Toyota introdujo en el MR2 (segunda generación) la dirección asistida electro-hidráulica, que no necesitaba llevar líneas hidráulicas desde el motor a la columna de la dirección (pues el motor estaba en la trasera. Otras opciones de dirección asistida también electromecánicas podían incluir servos, de forma que se regulase electrónicamente la cantidad de asistencia dependiendo de la velocidad de circulación.

Es importante entender que a altas velocidades es preferible mantener totalmente el control de la dirección antes que sentirse más cómodos. La dirección asistida demasiado blanda nos transmite inseguridad a alta velocidad, mientras que si se vuelve dura lograremos mantener la calma cuando veamos que es difícil que perdamos la línea recta por causas ajenas a nosotros.

Como veis la dirección asistida es una vieja conocida nuestra y tiene mucha historia detrás. No es poco lo que contribuye al confort en la conducción, y a la seguridad también, puesto que nos permite reaccionar con más agilidad a bajas velocidades y además montar neumáticos con la banda de rodadura más ancha, conducir coches más grandes, pesados, potentes y seguros sin necesidad de ser unos Hércules.

Fotos | Rhys Asplundh, Marco Gomes, Stahlkocher

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