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Bienvenidos a la era del coche conectado: qué es y qué puede hacer por ti

No hace tanto tiempo que la noción del "coche conectado" parecía otro escenario de fantasía cuyos vaticinios nunca llegarían a cumplirse, igual que esas fabulosas revistas divulgativas de comienzos del siglo XX que profetizaban futuras autopistas en las nubes o las no menos dislocadas nociones sobre el automóvil nuclear engendradas en los años 50 al calor del átomo. Y sin embargo, aquí estamos.

Hoy en día el coche conectado es una realidad en continua evolución. Pero sobre todo, es un concepto increíblemente amplio, que va mucho más allá de la capacidad para recibir llamadas telefónicas sin tocar el móvil o recibir actualizaciones en tiempo real sobre el estado del tráfico. De cara a la próxima década, sin irnos tan lejos, formará parte intrínseca del cambio de paradigma propiciado por la irrupción de los vehículos autónomos.

Pero antes de mirar tan lejos, tal vez debamos echar la vista atrás para comprender cómo hemos llegado a un presente ya dominado por tecnologías de conectividad como Ford Sync, que han cambiado radicalmente la forma en la que interactuamos con nuestro coche.

Del teléfono de coche a la radio por paquetes y los ordenadores de salpicadero

Cuando hablamos del coche conectado, casi siempre pensamos que esta es una noción que solo ha sido posible gracias al desarrollo de los smartphones modernos y la llegada de las conexiones de datos a alta velocidad. Algo sumamente discutible. Porque es cierto que el coche conectado moderno no podría existir sin las actuales redes LTE ni las futuras 5G, pero mucho antes de que hubiera smartphones ya existía algo llamado teléfono de coche.

Más populares durante los años 70 y 80 que los primeros teléfonos móviles convencionales, los teléfonos de coche eran equipos de comunicación que proporcionaban a altos mandatarios y capitanes de la industria la capacidad para hacer llamadas desde el confort de sus limusinas. Su tecnología se basaba inicialmente en el concepto del radioteléfono y, aunque carecían de la capacidad para enviar datos, sentaron las bases de la comunicación de un vehículo (o más concretamente de sus ocupantes) con el exterior.

Los primeros coches genuinamente conectados no tardarían mucho en llegar, aunque posiblemente la mayoría de la gente no quisiera montarse en uno de ellos. La explosiva miniaturización de los equipos informáticos acontecida durante los años 80 propició la integración de los primeros ordenadores personales en automóviles de serie y la policía se convirtió inmediatamente en uno de sus principales usuarios.

Algunos de estos pioneros vehículos los podemos encontrar en películas tan icónicas como Robocop, donde los Ford Taurus conducidos por los agentes de una decrépita Detroit ya estaban equipados con terminales "tontos" conectados a centralitas electrónicas mediante la tecnología de radio por paquetes. Utilizando los equipos de comunicaciones de los coches patrulla, estos equipos eran capaces de acceder a información básica como números de matrícula y antecedentes penales, facilitando la identificación de sospechosos.

Ordenadores como el icónico Motorola MDT-9100T se hicieron populares en la gran pantalla gracias a las producciones de Hollywood. En España seguirían siendo exóticos durante largos años. La difusión de estos sorprendentes aparatos fue bastante lenta fuera de los Estados Unidos debido a su elevado coste, pese a lo cual esos enormes, casi náuticos Ford Crown Victoria informatizados iban sentando sin querer las bases de lo que hoy conocemos como coche conectado.

Los smartphones cambian las reglas del juego

El concepto del coche conectado se quedó en punto muerto básicamente hasta el cambio de siglo. Durante los años 90 las empresas de mensajería y logística habían comenzado a integrar las emergentes tecnologías de comunicación móvil con la localización GPS para controlar mejor sus operaciones, pero realmente la idea del vehículo con capacidad de comunicación con el exterior se quedó en campo de estudio para futuristas hasta la irrupción de los primeros móviles con conectividad 3G y sistemas operativos avanzados.

De repente, la gente ya no quería esperar a llegar a casa para hablar por teléfono. Y gran parte de las conversaciones ni siquiera se realizaban por voz, sino por mensajes de texto. La irrupción de las aplicaciones con la llegada de BlackBerry, iOS y Android terminó por dar lugar a un pequeño caos en materia de usabilidad... y seguridad. La industria automovilística no sabía cómo reaccionar ante esta revolución en las comunicaciones, y aunque ya existían sistemas de asistencia en carretera y navegación vía telefónica, nadie estaba preparado para los desafíos de la era smartphone.

Ford fue una de las compañías pioneras a la hora de estrechar lazos entre automóviles y smartphones con el lanzamiento de SYNC. Su plataforma de conectividad debutó en 2007 para demostrar que utilizar el móvil en el coche podía ser seguro y prácticamente tan fácil como hacerlo manejándolo desde la pantalla, sentando las bases que han servido para integrar los smartphones en nuestros coches.

La primera versión de SYNC era primitiva en comparación con la implementada en vehículos mucho más modernos como el Ford Focus 2018. El conductor podía conectar su teléfono o reproductor MP3 (¡con cable!) para escuchar sus listas de reproducción o consultar los mensajes SMS y poco más. SYNC 3, por contra, es capaz de leernos los WhatsApp entrantes para no tener que desviar la mirada, ofrecernos la última previsión meteorológica, llamar a nuestros contactos usando órdenes de voz y hasta ejecutar aplicaciones de streaming musical, todo ello sin desviar nuestra atención de la carretera.

Como podemos ver, SYNC 3 va más allá de la simple conexión del coche con el teléfono móvil. El uso de las tecnologías CarPlay y Android Auto permite replicar en la pantalla del centro multimedia información de localización de Google Maps e informes sobre el estado del tráfico en tiempo real, proporcionando al conductor una mayor percepción de su entorno. Y es solo el comienzo.

Coches que hablan con otros coches (y hasta con relojes)

La próxima meta del coche conectado pasa por la implementación de las tecnologías Vehicle to Vehicle (V2C) y Vehicle to Everything (V2X), que describen la capacidad para establecer enlaces de comunicaciones con otros vehículos y cualquier clase de dispositivo compatible (tenga o no ruedas), respectivamente. El objetivo de estos avances es la armonización del tráfico, la reducción del consumo y la mejora de la seguridad.

Gracias a las comunicaciones V2V, por ejemplo, los coches del futuro serán capaces de avisar al conductor o actuar directamente sobre el vehículo para aminorar o incrementar la velocidad de marcha, evitando los atascos y los frenazos. Su propósito será complementar a tecnologías como Ford Co-Pilot360, que en el Focus 2018 utiliza una cámara frontal y un radar de obstáculos para regular elementos como la dirección evasiva, proporcionando información telemétrica para mantener siempre la distancia de seguridad más óptima en cada momento.

Asimismo, las comunicaciones V2X harán posible que los coches hablen no solo entre sí, sino también con elementos como los semáforos. De esta forma, las luces podrán variar su tiempo de activación en función del tráfico rodado para mantener una circulación fluida, lo que a su vez redundará en un menor consumo y una gran reducción en los niveles de contaminación ambiental.

Las comunicaciones V2V como V2X se engloban por otra parte en lo que conocemos como el Internet de las Cosas, la metarred formada por todos los dispositivos con una conexión a Internet. Esta es otra noción que está siendo explorada por la marca del óvalo azul a través de iniciativas como Ford Lab, que busca explorar las posibilidades de conexión entre sus coches y los wearables.

La aplicación FordPass ofrece un buen ejemplo de comunicaciones entre el coche conectado y el amplio ecosistema del Internet de las Cosas. Compatible con teléfonos inteligentes, FordPass permite buscar plaza de aparcamiento y encontrar las gasolineras más próximas con los precios del momento, pero también arrancar el coche, detener el motor y abrir o cerrar las puertas. Aún más ambiciosos son los planes a corto y medio plazo de los ingenieros de Ford, que también trabajan en aplicaciones para wearables con la posibilidad de usar la vibración de los relojes para alertar al conductor en situaciones de riesgo.

Un futuro que ya podemos palpar

Aunque algunas de las opciones más avanzadas de las tecnologías V2V y V2X no serán totalmente explotadas hasta que lleguen los primeros coches autónomos, su impacto ya se puede constatar. Un buen ejemplo es que desde el 1 de abril de 2018 todos los automóviles de nueva factura comercializados en la Unión Europea deben incorporar la tecnología eCall, que en caso de accidente grave alerta a las autoridades llamando al 112 y envía las coordenadas del vehículo para que los equipos de emergencia lleguen lo antes posible.

El sistema de llamada de emergencia eCall forma parte del equipamiento de seguridad y conectividad avanzada del Focus 2018, que gracias a tecnologías como AppLink permite además mostrar aplicaciones móviles especialmente adaptadas para la pantalla del centro multimedia del vehículo. Gracias a esta integración entre coche y smartphone y el Focus 2018 se convierte en un auténtico vehículo conectado, capaz de mostrar por ejemplo información actualizada sobre las plazas de aparcamiento en los alrededores o de llevarnos al restaurante más cercano.

En el futuro la tecnología SYNC 3 seguirá ganando funciones gracias a las iniciativas de Ford Lab. Así que como nuestro propio teléfono, el Focus 2018 seguirá ampliando sus posibilidades de comunicación, interacción y seguridad con el paso del tiempo. Que es otra faceta menos explorada del coche conectado: su capacidad para mantener su vigencia tecnológica durante mucho más tiempo simplemente mejorando su software.

Imágenes | Wikipedia, Thundertronic

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