Por lo que más quieras, abre los ojos

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Por si no te habías dado cuenta, aquí en España estamos ya en verano, una época en la que aumenta la siniestralidad vial de forma aberrante. Las causas tienen que ver con el despiporre que supone la llegada de la época de vacaciones por excelencia, pero también con otros factores, y el cansancio, la fatiga y el sueño son algunos de ellos.

Espero que nuestra conversación de hoy te resulte especialmente amena. Sueles decirme que estos articulillos de fauna en ruta lo son, y yo que te lo agradezco, pero en este caso de verdad que quiero que te entretengas y no te duermas con mis disertaciones. Porque de eso va la cosa: de dormirse en el peor de los sitios posibles. Vale, un monitor de ordenador o un smartphone o una lavadora o dondequiera que me leas no es comparable con un coche, pero creo que ya ves por dónde voy.

Hoy toca hablar de fatiga, cansancio y sueño, y pronto verás que lo de hoy no es porque sí, sino que está justificado. Justificado en los miles de personas que cada año tienen un susto – o algo más – por este factor de riesgo que sólo conoce una medida preventiva: descansar.

Dormir es una actividad que no depende de mi voluntad. Entro en fase de sueño de forma involuntaria, y esto ocurre cuando mi organismo lo necesita o cuando se producen determinadas circunstancias que propician la aparición del sueño, me ponga como me ponga. Y si me pongo al volante, pues la cosa puede acabar francamente mal.

Sueño y conducción

La fatiga y el cansancio son la antesala del sueño

¿Qué quiere decir que mi organismo necesita entrar en fase de sueño? Sencillo: el sueño es un mecanismo de reparación del organismo. Cuando el cuerpo está cansado, me avisa con síntomas, y si yo paso de esos síntomas, mi cuerpo se duerme igualmente. Por eso cuando hablamos de sueño al volante… es que ya vamos tarde. Al menor indicio de cansancio, toca ponerse las pilas.

Y ponerse las pilas no quiere decir otra cosa que descansar. Ya, ya sé que cuando eras un chavalín te contaron lo de los 200 kilómetros o las dos horas de conducción, y que la pausa debía ser por lo menos de media hora; nada de salir del coche, darle una vuelta a su perímetro y volver a conducir. Todo eso lo sabes. Entonces, ¿por qué el sueño sigue figurando en las tablas de la siniestralidad vial?

Yo te lo diré: porque no hago ni caso a los síntomas que a modo de aviso me envía el cerebro.

Siento molestias musculares, me tengo que revolver en el asiento porque no encuentro la postura, bostezo con media cabeza abierta, como si fuera Epi (de Epi y Blas), noto dolor de cabeza, hormigueos de todo tipo, me encuentro de pronto dando golpecitos con las manos en el volante… y sin embargo me resisto a dejar la conducción aunque el coche se me vaya un poco porque, total, ya casi estoy llegando. Ah, y si me llevan la contraria o escucho un ruido repentino, me cabreo porque estoy irritable.

¿Qué son todo eso, sino síntomas de cansancio?

El sueño como mecanismo de reparación del organismo

Y aunque yo no le preste atención a mi cerebro, este lo tiene clarísimo. Su misión en la vida es proteger a mi organismo, así que si no hago caso, antes o después desconectará. Buenas noches y felices sueños, igual que pasa cuando estoy hundido en el sofá de casa y de repente Daenerys Targaryen se ha transformado en Carmen Machi, que me vende no sé qué yogur para cagar mejor. Joder, qué susto. Quizá hayan sido sólo unos segundos, pero en el coche esos microsueños pueden ser letales.

“Es que yo me tomo un café y me despejo un poco”, me autoengaño, y no diré que no me lo parezca, pero yo sólo pienso una cosa. Si mi cerebro me está avisando, mediante síntomas, de que tiene las neuronas cansadas y yo las estimulo para que trabajen durante otro rato, ¿no las estaré cansando más?

Ya no digamos si tomo alcohol, drogas o según qué fármacos, o si he introducido en mi vida un cambio en la pauta del sueño, o si no he comido, o si he comido en exceso, o si no he bebido suficiente agua, o si voy con el habitáculo derretido de calor, o si me pesa la monotonía de la conducción, o si me ha dado por hacer un viaje largo; yo, que lo más largo que hago día a día son 58 minutos de casa al trabajo y del trabajo a casa y ya me parece mucho. Factores de riesgo.

Sueño al volante

Y contra estos factores de riesgo, la mejor conducta posible se llama anticipación. Precisamente porque en el momento menos pensado se nos puede aparecer Carmen Machi con el yogur en la mano. Los hay que incluso sufren enfermedades crónicas que les hacen estar sopa al volante, y lo peor de todo es que no lo saben.

Claro, la narcolepsia impide que uno pueda sacarse el permiso de conducir, pero otras enfermedades son más silenciosas. Hablemos por ejemplo del SAHS, el síndrome de apnea e hipoapnea del sueño. En Circula Seguro tienes toda una explicación sobre el SAHS y sobre la esperanza para los conductores con SAHS. Lo cierto es que aún a día de hoy más o menos un 4 % de la población lo sufre, y hay por ahí miles de casos sin diagnosticar… y por tanto sin tratar de forma adecuada.

¿Cuántos de esos siniestros viales de difícil resolución en los que nadie se explica que el conductor se despistara no tendrán detrás una enfermedad del sueño? De momento, por lo que pueda ser, esta es mi humilde recomendación: descansar, estar atento a la aparición de la fatiga y el cansancio, antes que a la aparición del sueño; y si sospecho de la calidad de mi sueño, una visita al médico no estará de más.

Mientras tanto, evitaré las horas más conflictivas para la conducción, como son la franja de las 3 a las 5 de la madrugada y la hora de la siesta, que es cuando mi organismo, tan sabio como la Naturaleza, me pide a gritos un merecido descanso. Y si no le hago caso… vendrá Carmen Machi con el yogur.

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