Las obras de Pedro y el lobo

Las obras de Pedro y el lobo
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De niño tenía en casa unos libros de cuentos que me encantaban. Uno de ellos se titulaba ‘Pedro y el lobo’, y venía a decir que como se te fuera mucho la olla con las mentiras que dijeras, en el momento que tuvieras la necesidad de ser creído la gente pasaría de ti tres pueblos y una farmacia. La falta de credibilidad, como origen de muchos problemas.

Por lo visto, ese cuento no lo conocen algunos (soy benevolente) responsables de señalizar las zonas de obras de nuestro país. Sucede que en los últimos días me he recorrido unos cuantos kilómetros por carreteras que hacía tiempo que no transitaba, y me he encontrado con que absolutamente todo estaba patas arriba, y no sólo por la presencia de excavadoras, que también, sino por la curiosa señalización que lo inundaba todo.

Era como si al Pedro del cuento lo hubieran lobotomizado y le hubiesen implantado un chip para hacer de la señalización más surrealista un arma de destrucción masiva cuyo fin último fuera cargarse los cimientos del conductor más respetuoso con las normas que encontrara obras a su paso.

De la velocidad absurda a la pintura invisible

fauna en ruta: Señalización de obras

Quizá la mayor queja que se nos pueda ocurrir a todos es la ultralimitación de la velocidad en tramos en obras. La idea de saque no es mala, como suele pasar con todas las ideas en su fase inicial: hay una obra, hay gente trabajando, leñe: modera la velocidad. Yo creo que esto no admite mayor discusión, pero sí que el límite se imponga cuando no hay obreros o cuando directamente no hay obra.

Va una anécdota surrealista. En uno de mis recorridos más recientes, me encuentro con un panel de mensaje variable que me indica que el carril derecho se va a cerrar, ergo me voy cambiando al izquierdo. Voy tirando por allí y otro conductor comienza su intento de meterse en el maletero de mi coche, como si yo quisiera erigirme en protagonista de un próximo hilo en forocoches sobre “hamijos ke se kedan en la izquierda”, hasta que descubro que el carril cortado… es el izquierdo. Muy barriosesamístico todo, sí.

¿Y la visibilidad de las señales? Las hay que se emplazan en el arcén derecho con un triste trípode plegable que, en un mundo real, con un carril derecho saturado de camiones que dejan medio centímetro de distancia de seguridad suicidio, queda fuera de todo campo visual y que, a la que pasa el tercer camión por su lado se va al suelo y, cual tostada de Murphy, se queda limitándole la velocidad a las hormigas. Y eso, cuando no se emplazan tras un árbol, como si les pudiera la timidez.

fauna en ruta: Señalización de obras

Un último tema en materia de señales verticales (o eso intentan) de obras que me subyuga es lo mal que se ven de noche. Claro, como son provisionales, a alguna mente preclara se le ocurrió que no tenían por qué ser reflectantes y, por lo tanto, de noche no hay manera de acertar a ver qué narices dicen. ¿Qué ponía en esa? ¿“El grito blanco”? ¡Ah, no, que decía: Peligro barrancoooooooooo…!

Pero mi parte favorita son las marcas viales de obras, esas que se pintan con un derivado acrílico de la tinta invisible, aunque en principio la pintura amarilla es más visible que la blanca si se le añade el reflectante adecuado, claro, que los polvos mágicos (bueno, microesferas de vidrio) que se le echan a las marcas blancas definitivas, en el caso de las marcas de obras casi brillan por su ausencia.

Y lo más mejor aún viene cuando las marcas amarillas se mezclan con las marcas negras que tapan lo que fueron marcas blancas y con el gris del asfalto que refleja el sol. ¡Qué arte! Ni en un cruce de vías diseñado por un friki del Ibertren con muchos posibles se dan tantos trazados entrelazados en tan poco espacio. ¿Quién va por ese carril, tú o yo? ¿Nos lo jugamos a los chinos?

De lo provisional a lo definitivo

fauna en ruta: Señalización de obras

Dice un viejo proverbio muy apropiado para los adoradores de Kristian Pielhoff que una obra de reforma nunca en la vida debe plantearse como una reparación provisional, ya que lo provisional tiende a perpetuarse y ese cacho de esparadrapo que pusiste en el enchufe, porque en aquel momento no tenías cinta aislante, el día menos pensado te va a dar un disgusto en forma de incendio doméstico.

Bien, pues al parecer esa parte de ‘Bricomanía’ tampoco la aprendieron algunos de los que mandan en cuestiones de obras, que son los titulares de la vía si tenemos que hacer caso a lo que dicen las leyes de nuestro país. Si te soy sincero, a mí me da en la nariz que el problema de fondo de la señalización de obras está en la requetesubcontratación, pero como no puedo probarlo, casi que no lo voy a decir.

El caso es que hay obras que nacen, crecen, se reproducen, mueren… pero no desaparecen jamás si hacemos caso a sus señales, sino que atestiguan la chapuza que quedó a medio cerrar. Esa señal cuyo fondo queda a medio camino entre el amarillo y el ocre de la herrumbre que humidifican las malvas de su alrededor no desaparece por sí sola hasta que no se la lleva por delante un camión o alguien desesperado por fundirla para al menos sacarle un empeño. ¿Habíamos dicho algo sobre credibilidad?

Pero hablaba yo de leyes, y las hay que resultan hasta curiosas. El Real Decreto 345/2011 habla de la gestión de la seguridad vial de las infraestructuras viarias, y contempla lo de realizar una auditoría de seguridad vial tanto antes de la inauguración como cuando la carretera ya está en uso. Como idea está bien, ¿no? Ah, pero sólo se aplica a la Red de Carreteras Transeuropea. Mecachis…

En Motorpasión | Límites de velocidad en las obras: ¿alguien los cumple? (2008)

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