De genistas, adelfas, palmeras y malas hierbas

De genistas, adelfas, palmeras y malas hierbas
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Vamos a hablar de la botánica de la carretera, esas plantas, esos árboles y esos matojos que, sin formar parte del tráfico rodado, constituyen un elemento más de nuestra fauna en ruta. Pero como para el caso hablamos de flora, pues eso, que hablamos de la flora en fauna (en ruta). O de la flora de la fauna. O de vegetaciones. O de lo que sea.

Si algún día te ha dado por curiosear en el enlace que hay en mi nombre, ahí debajo del título, además de ver esa foto mía que tiene ya unos años en la que salgo con cara de pensar “Ay, Señor, Señor…” con mi habitual sorna, leerás que cuento algo sobre plantas, algo 100 % verídico además; y es que desde que era un chavalín lo verde me ha llamado la atención.

No soy el único. Si recuerdas lo de la semana pasada, cuando hablábamos de los motolistos que culebrean, salió por ahí una idea interesante a cargo de guipozjim, que decía poco más o menos que más valía dedicar un espacio para que los motoristas adelantasen su posición de forma normalizada que tener medianas con plantas mortecinas. Pues de eso hablamos.

fauna en ruta: la vegetación de las medianas

Para empezar, déjame que te cuente algo sobre un hombre singular. Se trata de Manuel Mateos de Vicente. Sobre él escribí hace tres años en Circula Seguro y poco más puedo aportar a lo que expliqué entonces. Resumiendo mucho (aunque recomiendo que le eches un ojo al enlace), hablamos de un ingeniero y profesor universitario que pensó muchas y muy buenas ideas sobre seguridad vial desde los años 60 hasta nuestros días. Algunas se aceptaron, otras no.

Al publicar el artículo, Manuel se puso en contacto conmigo y pasamos algún tiempo charlando por correo electrónico, y me convencí de que uno de los grandes problemas que tenemos en este país se debe a lo mal repartida que está la vida. Sobre todo, la vida que puebla las altas esferas. El caso es que toda su implicación en la seguridad vial parte de una triste anécdota. Copipego de mi artículo:

De joven presenció un accidente en el que falleció una persona. La víctima viajaba en la caja de un camión. Su cabeza se golpeó contra la rama de un árbol y el hombre falleció. Se consideró culpable al conductor del vehículo, pero Manuel Mateos de Vicente consideró culpable la rama del árbol, por estar en medio de una carretera por la que pasaban vehículos.

Y ahí me liaba yo ya con mis consideraciones habituales sobre los responsables de mantenimiento de la vía, el factor humano que reside detrás de cada factor de riesgo aparentemente inanimado y todo eso. ¿Cuántas ramas no habrán ocasionado un grave problema desde aquella muerte que vivió Manuel cuando era un chaval?

fauna en ruta: árboles en el camino

Palmeras de las medianas y palmeros de las ideotas

Vuelo hacia otra experiencia con arboledas: la mía. Yo ya tenía mis años cuando se celebraron en Barcelona los Juegos Olímpicos. De aquel circo heredamos entre otras muchas cosas unos cinturones de ronda que ya aparecían en las guías del área metropolitana de cuando yo era un mozuelo. Me acuerdo porque mi hermano era mensajero y las guías que llevaba en la moto, unas guías de 1983 o 1984, aún andan por casa de mis padres. Y el otro día fui de visita y les eché un vistazo.

Y ahí aparecían unos futuros cinturones de ronda que con los Juegos se llamarían Ronda de Dalt y Ronda Litoral. Estupendo. Y como aquella obra pertenecía a la Barcelona de diseño, pues nada, les metieron a las rondas palmeras en las medianas a tutiplén, como si esto fuera Jolibú, a razón de una cada no sé cuántos metros. Ya de esos datos ni me acuerdo ni los quiero buscar. Desconecté cuando leí la propaganda pseudoperiodística en los triunfalistísimos periódicos de la época.

Al cabo de unos meses de inaugurarse las vías, alguien comenzó a ver que aquellas palmeras allí plantadas eran una animalada desde el punto de vista de la seguridad vial. Hombre, si tenías un descuido o un pinchazo o te metían una galleta por detrás y te ibas contra la mediana, tú dirás lo que pasaba. Dicen que los éxitos tienen muchos padres y que los fracasos son huérfanos. Mis saludos hacia el ilustre que decidió emplazar aquellas palmeras allí. Un genio, vamos.

Encajadas las calzadas como están entre muros de contención, la única solución viable antes que arrancar las palmeras que no murieran por sí mismas por el efecto de la contaminación consistió en vallarlas, estrechando los carriles en consonancia y relegando a la mínima expresión unos arcenes que ya eran casi inexistentes. Ah, las grandes obras públicas… Cuánta ideota suelta.

fauna en ruta: bosques en la carretera

Plantas funcionales y selvas terrenales en la carretera

Pero no todas las plantas que rodean el asfalto están puestas con tan mala fortuna. Las hay que pese a llenarse de toda la porquería que emanan los vehículos, ya no sólo por el humo sino por todo el polvo que levantan a su alrededor, tienen una cierta funcionalidad. Más allá de tapar señales de limitación de velocidad y que luego el radar nos pille confesados, que también.

Hay plantas que sirven para separar visualmente los carriles y evitar hasta cierto punto deslumbramientos, y las hay que sirven incluso para que aminoremos la velocidad. Pongamos por ejemplo una avenida llena de rotondas de esas que tanto gustan a los ediles de nuestro país. ¿Qué mejor forma de obligarnos a moderar la velocidad antes de llegar al ceda el paso que meternos un desfile de adelfas venenosas que hacia nuestras diez no nos dejan ver más allá de nuestra calzada?

Esto, hasta cierto punto, se podría entender. Claro, que habría que preguntarse si no falla todo el urbanismo de la zona, pero eso ya forma parte de la progresiva rotondización del mundo españistaní, y no del tema del padre Mundina, que es el que abordamos hoy. No nos desviemos.

Lo que creo que nadie en su sano juicio puede entender es la de selvas tropicales que se montan en el centro de algunas rotondas, ahí donde se supone que una buena visibilidad es un factor clave para incorporarnos con seguridad y, por qué no decirlo, sin necesidad de meter un acelerón que deje un grato recuerdo en nuestro paso por la gasolinera y otro en el agujero de la capa de ozono.

Eso sí, después somos la hostia mar de ecologistas porque tenemos chopocientos mil metros cuadrados de zona verde. Porque a esos efectos las genistas, las adelfas, las palmeras y hasta los matojos de los márgenes cuentan, claro. Aunque estén medio muertas de asco. Ellas, de aguantarnos; y nosotros, de verlas en tan lamentables circunstancias.

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